«El mundo necesita intensificar sus esfuerzos (…) para contener el cambio climático en las magnitudes que dicta la ciencia —como mucho en 1,5º centígrados—», decía el secretario general de la ONU, António Guterres, durante la apertura de la Cumbre de Acción Climática, celebrada en Nueva York el pasado septiembre. «El camino que llevamos en este momento nos enfrenta a un calentamiento global de al menos 3º centígrados para finales de siglo», añadía, y concluía: «Esta no es una Cumbre de negociación climática; no se negocia con la naturaleza; esta es una Cumbre de acción climática».
Entre los actores principales de dicha conferencia se encontraban representadas unas 2.000 ciudades. Al fin y al cabo, estas consumen más de dos tercios de la energía disponible en el mundo, contribuyen proporcionalmente al efecto invernadero y al cambio climático, y son lugares donde sus efectos alcanzan a un mayor número de personas. Durante el transcurso de la Cumbre, los delegados de esas 2.000 ciudades se comprometieron a dar al riesgo climático un lugar en la toma de decisiones, la planificación y la inversión, para crear, hasta 2030, al menos 1.000 proyectos urbanos financiables, climáticamente inteligentes. Pero no solo acudieron los representantes de las ciudades. Bancos y empresas, organizaciones de la sociedad civil y gobiernos a todos los niveles, se comprometieron igualmente a financiar y construir una nueva generación de ciudades sostenibles.
En esa dirección se presentó la iniciativa «Edificios libres de carbono para todos», con el objetivo de descarbonizar el sector de la construcción de los países participantes. Estos se comprometían durante la Cumbre a que los edificios que construyan a partir de 2030 sean 100% libres de carbono, y a que todos los existentes en 2050 adquieran esa misma marca.
El presidente de Chile, Sebastián Piñera, anunció su proyecto de crear la Alianza por la Ambición Climática. 59 países señalaron su intención de sumarse a la iniciativa, con la elaboración de un plan de acción climática, mientras que otros 11 han comenzado ya procesos internos para reforzar sus ambiciones al respecto e incorporarlas a sus planes nacionales. Además, 65 países y la Unión Europea se sumaron a 10 regiones, 102 ciudades, 93 empresas y 12 inversores en un compromiso firme con la implementación de infraestructuras y la realización de las inversiones necesarias para que sus emisiones de dióxido de carbono sean nulas en el año 2050.
Las instituciones públicas y privadas, así como las alianzas de países presentes en la Cumbre, anunciaron numerosas iniciativas internacionales, no solo en el campo de la construcción, para luchar contra el cambio climático. La International Finance Corporation, el European Investment Bank, la Global Environment Facility y otras organizaciones privadas se comprometieron asimismo a alinear su financiación del sector de la construcción con el Acuerdo de París y las políticas nacionales para el clima.
Alcanzar el objetivo de que todos los edificios nuevos tengan nula huella de carbono a partir del año 2030, exigirá una inversión en la construcción de edificios sostenibles, según estimaciones de la ONU, de 83,7 billones de euros en términos globales, casi el PIB mundial de 2018, más de 4 veces el de Estados Unidos y de 7 veces el de China en el mismo año. El 70% de ese desarrollo, según las mismas estimaciones, tendrá lugar en zonas urbanas.
Fuentes: Architectural Digest, ONU, Banco Mundial, Expansión.