Nos hemos metido de lleno en la era digital y apenas nos hemos dado cuenta de los profundos cambios que se han producido en la forma en la que nos relacionamos y entretenemos. ¿Se trata quizás de una percepción exagerada, producto del eterno conflicto generacional? ¿No se preocupaban ya nuestros padres por el tiempo que pasábamos delante de la televisión o hablando por teléfono?
Varios estudios recientes en los EEUU y el Reino Unido confirman que los jóvenes adultos están saliendo cada vez menos. Se quedan a gusto en casa para disfrutar de la creciente selección de contenidos a demanda: desde la comida entregada a domicilio hasta el streaming de películas. Ya dedican más tiempo a sus relaciones digitales que a las físicas, pues las redes sociales son el mejor remedio para el miedo a “perderse algo”. Los jóvenes siguen saliendo con amigos, pero no de forma habitual sino sólo en ocasiones especiales.
Esto puede resultar preocupante para los que nos dedicamos a ofrecer ocio fuera de casa. Pero hay un matiz importante: aunque el dinero y el tiempo invertido en salir está descendiendo en su conjunto, parece ser que el gasto por salida va en aumento. Es decir, que cuando la gente sale de casa es para experimentar vivencias más exclusivas, más selectas. El causante más probable es la versión digital del narcisismo de siempre: las vivencias se comparten en redes sociales para impresionar, así que tienen que valer la pena.
Es cierto que estas tendencias se originan en la cultura anglosajona, donde han nacido las nuevas tecnologías y donde les gustan los estudios sociales. Pero la globalización está provocando que las modas y tendencias lleguen tarde o temprano a todo el planeta, incluso está pasando ya en nuestra zona mediterránea. No es solo por la crisis económica, es porque la juventud se hace más selectiva y tiene mucho para elegir.
Por esto que hay que estar preparado para crear experiencias llamativas, únicas, espectaculares. Ofrecer lugares reales donde puedan disfrutar vivencias únicas de forma analógica, y que desde luego sean merecedoras de ser compartidas digitalmente, La mediocridad no sacará al público de sus casas.